La amante se pone en contacto
De la nada, su amante me contacta. El mensaje es educado, incluso de disculpa: “Hablemos. Puedo explicarlo todo”. Mi primer instinto es la rabia, ¿cómo se atreve a pensar que querría escuchar su versión? Pero después del shock inicial, la curiosidad se apodera de mí. Leo sus palabras cuidadosamente, buscando grietas en su historia y señales de cuánto sabía realmente.
Su perspectiva lo pinta aún peor: manipulador, engañoso, reservado. Aún así, no puedo saber si está siendo honesta o simplemente intentando salvarse a sí misma. Lisa lee por encima de mi hombro, frunciendo el ceño mientras asimila los detalles. Intercambiamos una mirada que lo dice todo: no confiamos en ella. Pero tomaremos cada fragmento de información que podamos conseguir. Si quiere hablar, la dejaremos. Pero no en sus términos.
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