Recibiendo amenazas
Los mensajes empiezan a llegar de números desconocidos: frases cortas y escalofriantes como “Déjalo, o atente a las consecuencias” o “No sabes con quién te estás metiendo”. Cada sonido de mi teléfono se siente como una descarga en la columna vertebral. Le muestro los mensajes a Lisa, y su reacción es una mezcla de ira y férrea determinación. “No podemos dejar que nos asusten”, dice, y sé que tiene razón. El miedo es exactamente lo que quieren, y nos negamos a dárselo.
Aún así, el miedo es real. Empiezo a revisar las cerraduras dos veces, a mirar por encima del hombro, incluso a investigar formas de rastrear mensajes de texto anónimos. La idea de ir a la policía se me pasa por la cabeza más de una vez, aunque dudo sin pruebas sólidas. Estas amenazas confirman una cosa: nos estamos acercando peligrosamente a algo que quieren mantener desesperadamente oculto. Ese conocimiento, aunque aterrador, agudiza nuestra determinación. No nos echaremos atrás. Seguiremos adelante, más inteligentes y más fuertes.
Advertisements
Advertisements