Sin noticias de él
Pasan los días sin noticias de él, y el silencio comienza a oprimir mi cordura. Reviso mi teléfono obsesivamente, incluso cuando sé que no hay mensajes nuevos. La falta de comunicación es más ruidosa que una discusión a gritos. Es calculado, es intencional y duele más que cualquier palabra.
Intento ocuparme con tareas, recados, cualquier cosa, pero nada calma la tormenta en mi cabeza. ¿Está huyendo? ¿Se está escondiendo? ¿O simplemente es indiferente? La adivinación interminable es una tortura. Cada mensaje sin respuesta destruye el último trozo de confianza al que intentaba aferrarme. Su silencio no es paz, es otra forma de crueldad.
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