Un Giro Desagradable

Rebecca supo entonces que aquello ya no era una broma. Se había convertido en algo profundamente incómodo. Yacía inmóvil bajo el colchón, con la respiración superficial y rápida, mientras el segundo par de pasos se acercaba.

Lo que más la heló fue el sonido de tacones altos resonando en el suelo de madera —clic, clic, clic—, como sacado de un thriller de suspense. Su pulso retumbaba en sus oídos más fuerte que nunca.

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