Al borde de la compostura
Su voz se vuelve más fuerte, más caótica, mientras intenta derribar el muro de mi silencio. Cada insulto, cada acusación, es como un martillo contra mi determinación, pero no le doy lo que quiere. Mis puños se aprietan a mis costados, mi respiración es superficial, pero mi voz permanece encerrada tras dientes apretados. Siento que estoy al límite, mi mente rogándome que contraataque, que desate la furia que se ha ganado. Pero no lo hago. Mantengo la línea, negándome a dejar que me sacuda.
Sus ojos escrutan los míos, desesperados por un atisbo de emoción, cualquier cosa que pueda usar. Pero no le doy nada. Mi silencio se convierte en mi mejor arma, negándole el caos que anhela. Pienso para mis adentros: “No vales la pena”, incluso mientras la adrenalina corre por mis venas. La urgencia de ceder es fuerte, pero mi voluntad es más fuerte. Al no involucrarme, he tomado el control del momento. Es una pequeña victoria personal, la prueba de que puedo enfrentar su tormenta y permanecer intacto.
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