Revelando inestabilidad


Su incapacidad para acceder a nuestros bienes comienza a resquebrajar la fachada que tanto se esforzó en mantener. Sus mensajes de texto se vuelven erráticos, algunos llenos de rabia, otros de súplicas y confusión. Salta de amenazas a ruegos en cuestión de minutos. “¿Qué sigue?”, le pregunto a Lisa, quien permanece tranquila y analítica. “Está acorralado”, responde ella, escaneando cada mensaje. Sabemos de lo que es capaz un hombre acorralado y nos preparamos para lo que pueda venir.

Luego aparece de nuevo, desaliñado, gritando, exigiendo respuestas que ya no merece. “¿Por qué me haces esto?”, llora, como si yo fuera la villana de esta historia. Permanezco en silencio, imperturbable ante su desmoronamiento. Se pasea, lanza acusaciones, pero ahora lo veo tal como es: desesperado, inestable, expuesto. Su pérdida de control es un marcado contraste con la calma y claridad que he ganado. Cada acto imprudente solo confirma que debo terminar lo que empecé.

Advertisements
Advertisements