Intento de reconciliación


De la nada, aparece en mi puerta: desaliñado, con los ojos hundidos, la voz temblorosa. “Necesitamos hablar”, dice, como si una disculpa pudiera borrar todo lo que ha hecho. Hay desesperación en su rostro, la que solo surge de ver cómo el control se le escapa. Por una fracción de segundo, una avalancha de viejos recuerdos amenaza mi claridad: cumpleaños, vacaciones, risas. Pero luego recuerdo las mentiras, la amante, las amenazas.

Estabilizo mi voz. “No hay nada que discutir”. Sus ojos ruegan, buscando en los míos perdón, ternura, pero no ofrezco ninguna. Esa puerta está cerrada. Esto ya no es sobre ira; es sobre dignidad. Su presencia aquí es demasiado poco, demasiado tarde. Mientras se aleja, derrotado, no siento arrepentimiento. Este momento, por doloroso que sea, confirma que tomé la decisión correcta. No miro atrás. Estoy avanzando, con la verdad de mi lado.

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