Regresando a casa
Una vez que regresamos a casa, Lisa y yo no perdemos el tiempo. Despejamos la mesa del comedor y comenzamos a desplegarlo todo: fotos, recibos, cronogramas, impresiones de correos electrónicos. La mesa se convierte en un campo de batalla de la verdad, cada pieza de evidencia un arma en nuestra lucha. “Necesitamos pruebas irrefutables”, dice Lisa, con voz tranquila pero firme. Asiento con la cabeza, plenamente consciente de que ahora no solo estamos reaccionando, estamos elaborando estrategias.
Con un sentido de propósito compartido, comenzamos a planificar cada siguiente movimiento. Nuestra lista crece con tareas: rastrear sus flujos financieros, registrar sus comunicaciones, contactar a posibles testigos. La adrenalina del propósito nos mantiene alerta, concentradas. Ya no estamos en las sombras, estamos saliendo a la luz con un solo objetivo: sacarlo todo a la luz. Se acabó la incertidumbre. Se acabó el miedo.
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