En alerta
John empezó a observar a Max con más atención. Mientras Emily seguía con su día, John tomaba nota mental de cada cosa extraña que hacía Max.
Se dio cuenta de que el perro nunca se relajaba del todo, olfateando constantemente, con las orejas atentas al más mínimo ruido. Max no solo seguía a Emily; la estaba protegiendo.
John empezó a preguntarse si Max percibía una presencia que ellos no podían. Sin respuestas a la vista, su ansiedad comenzó a igualar la del perro.
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