Una ansiedad creciente

La ansiedad de Max empeoraba con cada día que pasaba. Seguía a Emily sin descanso: a la cocina, al patio trasero, incluso al baño.

Por la noche, se negaba a perderla de vista, gimoteando y arañando la puerta si ella intentaba dejarlo fuera. Sus ojos, antes juguetones, ahora lucían preocupados y vigilantes, lo que dejaba a Emily cada vez más inquieta, incluso mientras intentaba tranquilizarlo con palabras suaves y caricias.

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