No es fácil para los niños
Las discusiones entre sus padres eran frecuentes e intensas. A menudo giraban en torno a los mismos temas: quién estaba más obsesionado con la belleza, quién era un peor modelo a seguir, quién era más vanidoso. Se volvió agotador para los niños presenciarlas.
En lugar de proporcionar un ambiente seguro y de apoyo, el drama de los padres creaba confusión y estrés. Los niños a menudo se quedaban sin un fuerte anclaje emocional. Con cada nueva discusión, la sensación de estabilidad se escapaba aún más, dejando a los niños crecer rodeados de caos y competencia.
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