Contactando

Elara cogió el teléfono y llamó a la única persona en la que confiaba incondicionalmente: su mejor amiga, Marissa. “Necesito tu ayuda”, dijo sin rodeos. “No puedo hacer esto sola.”

Marissa no dudó. “Por supuesto. Yo me encargo de todo. Tú solo concéntrate en recuperarte.”

Las lágrimas brotaron de los ojos de Elara, no por dolor, sino por gratitud. Con Marissa a su lado, el camino por delante no parecía tan imposible.

Advertisements
Advertisements