
Las laxas regulaciones de seguridad alimentaria en la industria petrolera china han permitido que florezcan prácticas inquietantes, impulsadas en gran medida por la codicia corporativa. Algunos fabricantes reutilizan aceite de cocina usado —a menudo recolectado de alcantarillas— y lo reprocesan para su reventa.
Otros utilizan restos de animales en descomposición para crear aceite que luego es filtrado y empaquetado como nuevo. Estos productos pueden parecer limpios, pero provienen de fuentes sorprendentemente insalubres. A pesar de lo inquietante que suena, esta práctica es inquietantemente común.